Artículo publicado en Actas del XXVI Encuentro de Jóvenes Investigadores: Jóvenes Investigadores 2010. Colección Cuadernos de I.N.I.C.E.; Salamanca, I.N.I.C.E., 2010; pp. 17-21.
«EL
LEGADO DEL VIOLINISTA JUAN COURTIER»
Alberto
CANCELA MONTES
Beatriz
CANCELA MONTES
A
comienzos del siglo XIX la Iglesia ostenta un influyente poder en la sociedad
española hasta el momento de la irrupción de las Desamortizaciones, a través de
las que esta institución pierde gran poder económico. Las capillas de música se
verán afectadas por este hecho ya desde un primer momento: hay recortes
salariales, reducción de las plantillas e impagos. Esto provocará que la
Iglesia autorice, en la segunda mitad del s. XIX, a los músicos para que puedan
compaginar su faceta en las capillas con otras labores musicales en la
sociedad, como veremos en la segunda generación Courtier.
1ª
Generación. La catedral como núcleo musical.
Juan Courtier nace en Barcelona en
el año 1780 y fallece en Santiago de Compostela en 1860, previo paso por
Sevilla donde ocupará el puesto de primer violín en la capilla de música
catedralicia. En el año 1818 oposita al mismo puesto pero en Compostela,
obteniendo la plaza y ocupándola hasta prácticamente la fecha de su defunción.
A Sevilla se traslada también su hermano José, que afronta importantes cargos
musicales en la capital hispalense, junto con sus hijos, creando otro «foco musical Courtier».
2ª
Generación. Música en sociedad.
En la
sociedad decimonónica de clase alta era habitual que los jóvenes estudiasen
violín y las señoritas piano, y más en este caso concreto, en el que Juan
inició desde temprana edad a sus descendientes en el arte musical.
Indalecio fallece antes de cumplir
un año y Filomena, por lo que hemos podido atestiguar a través de las fuentes,
sufrió una grave enfermedad y también expiró a temprana edad.
Carmen y Celestina lo más seguro es
que tuviesen conocimientos musicales pero no se han hallado más noticias al
respecto. Celestina contrae matrimonio y se trasladan a Arzúa, seguramente al
igual que Carmen, que a finales de siglo reside en la localidad de Lalín, ambas
cercanas a Santiago.
La ejemplificación del músico
decimonónico viene de la mano de José, Hilario y Juan Nepomuceno. Éste último
entra en 1846 como Niño de Coro en la capilla de música de la catedral
compostelana. A los 16 años solicita una plaza de acólito y en 1853 pide
ingreso de nuevo en la capilla de música alegando poder desempeñar los cargos
de violín, contrabajo o tenor, el que finalmente desempeña. En 1855 se despide
ante el Cabildo. Está unos años en el extranjero ejerciendo un importante cargo
y retorna por motivos familiares[1].
Juan e Hilario entran en la capilla
de música de la catedral jacobea como violinistas, mientras su padre ocupa el
cargo de violín primero. Hilario, pese a que se ausenta dos veces de la capilla
de música[2]
permanece allí hasta su muerte, acaecida en 1883. De todas formas en Santiago
abarcó diversas facetas: intérprete de música de cámara, director (de la
orquesta del Teatro Principal, de la incipiente Tuna, de la "Charanga de
Aficionados" -que él mismo crea- y también del Orfeón
Compostelano). También fue docente y desempeñó labores de gestión musical
al frente de una compañía de teatro.
José, tras sus inicios en la
catedral de Santiago, se traslada a A Coruña, donde también despliega diversas
facetas musicales: docente, intérprete, director de la orquesta del Teatro y de
la Banda de Música de A Coruña. El cambio tiene lugar en 1883, tras el
fallecimiento de Hilario, cuando retorna a Santiago de Compostela y continúa el
legado de su hermano: ocupa el puesto de violín primero en la catedral,
continúa interpretando con sus agrupaciones camerísticas amenizando veladas y
cafés-concierto, participa en el Teatro Principal, ejerce la docencia en la
Escuela de Música de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago
y llega a participar como tribunal en concursos y exámenes.
3ª
Generación. Exaltación de lo autóctono.
Varios descendientes destacan:
Nemesia y Concepción, importantes profesoras de piano en Santiago y A Coruña
respectivamente, o Hilario José, director de la Banda de Betanzos, aunque será
el pianista Ricardo Courtier el que sobresalga en esta generación. Se forma
entre Cádiz, Barcelona y finalmente en la Escuela Nacional de Música y
Declamación de Madrid. Reconocido intérprete, profesor, director de la Banda de
Música de Trives y de la Municipal de Orense, además estuvo muy vinculado al
orfeonismo característico de finales del XIX y principios del XX.
Acercamiento
a sus obras.
En primer
lugar decir que no hay constancia de
composición alguna de Juan Courtier. Principalmente fue músico instrumentista y
más en concreto intérprete de música
religiosa.
En cuanto a la obra de Hilario
Courtier tenemos constancia de Panis Angelicus – Villancico al
Santísimo, para pequeña orquesta formada por dos Violines[3],
flauta, dos clarinetes, dos trompas, dos fagotes y las voces: tiple, alto,
tenor y bajo. Esta obra guarda relación con el trabajo que desempeñaba como
primer violinista de la capilla de
música de la catedral de Santiago, ya que por el elenco que especifica, pudo
ser escrita para interpretarse por su orquesta.
Entre
las obras que se conservan de José Courtier destacamos: la polca Marina;
las danzas Nemesia, Matilde y Un suspiro[4]; y la Sinfonía en Do. Resulta curioso,
tal y como podemos observar, que utiliza el nombre de sus hijas para poner
nombre a sus composiciones. De todos modos se trata de obras para piano en las
que se ve la gran relación con el salón decimonónico y todas sus
características: son danzas alegres y sencillas que pretendían favorecer el
ambiente distendido en pro del divertimento de los asistentes.
Por
otra parte, en Ricardo Courtier destacamos inevitablemente Flor de
Cardo, zarzuela en un acto y cuatro cuadros estrenada con éxito el 25 de
Mayo de 1904 en el Teatro Eslava de Madrid. La prensa del momento se refiere a
ella como una «zarzuela de costumbres gallegas, basada en cantos populares
gallegos». De éste último destacar también los pasodobles El
Club, Os Noitébregos, Evita o Garrotín de
Viluma, entre otros; las muiñeiras Rosariño[5], Villoria[6], Conchiña y
Angelines; al igual que otras obras menores como valses, rumbas,
etc...
Toda
su obra rezuma y está impreganada de rasgos e influencias de la música
tradicional gallega, en un momento en que los nacionalismos periféricos estaban
desarrollando y potenciando unas características propias. Fue una persona que
contribuyó a su comunidad, creando obras para agrupaciones locales de la zona
donde vivió: Orense. Se observa un cambio en la música de salón de Ricardo con
respecto a José, ya que estas obras están inspiradas en la música y el folklore
gallegos.
A
modo de conclusión incidir en los cambios sustanciales que se producen en el
ámbito de la música durante el siglo XIX y comienzos del XX a través del
parangón entre tres generaciones de una misma familia: los Courtier. Desde Juan
como violinista vinculado a un estamento religioso al cual merecía
exclusividad; pasando por la irrupción de José e Hilario en todos los contextos
musicales de una ciudad y finalmente, terminando con la intención de elaborar
una identidad regional a través del caso de Ricardo.
[1]A partir de 1855, cuando se desvincula de la catedral, se desconocen
datos biográficos.
[2]Permanece un año – entre 1852 y 1853 – en Madrid, perfeccionando otro
instrumento, que posiblemente sea el órgano, del que solicita plaza a su
regreso; y en 1855, año en que se traslada a A Coruña.
[3] Uno de ellos,
el principal, posiblemente fuese él mismo el que lo interpretase.
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