lunes, 14 de enero de 2013

«El legado del violinista Juan Courtier»

Artículo publicado en Actas del XXVI Encuentro de Jóvenes Investigadores: Jóvenes Investigadores 2010. Colección Cuadernos de I.N.I.C.E.; Salamanca, I.N.I.C.E., 2010; pp. 17-21.

«EL LEGADO DEL VIOLINISTA JUAN COURTIER»

Alberto CANCELA MONTES
Beatriz CANCELA MONTES


            A comienzos del siglo XIX la Iglesia ostenta un influyente poder en la sociedad española hasta el momento de la irrupción de las Desamortizaciones, a través de las que esta institución pierde gran poder económico. Las capillas de música se verán afectadas por este hecho ya desde un primer momento: hay recortes salariales, reducción de las plantillas e impagos. Esto provocará que la Iglesia autorice, en la segunda mitad del s. XIX, a los músicos para que puedan compaginar su faceta en las capillas con otras labores musicales en la sociedad, como veremos en la segunda generación Courtier.

1ª Generación. La catedral como núcleo musical. 

            Juan Courtier nace en Barcelona en el año 1780 y fallece en Santiago de Compostela en 1860, previo paso por Sevilla donde ocupará el puesto de primer violín en la capilla de música catedralicia. En el año 1818 oposita al mismo puesto pero en Compostela, obteniendo la plaza y ocupándola hasta prácticamente la fecha de su defunción. A Sevilla se traslada también su hermano José, que afronta importantes cargos musicales en la capital hispalense, junto con sus hijos, creando otro «foco musical Courtier».

2ª Generación. Música en sociedad.

            En la sociedad decimonónica de clase alta era habitual que los jóvenes estudiasen violín y las señoritas piano, y más en este caso concreto, en el que Juan inició desde temprana edad a sus descendientes en el arte musical.

            Indalecio fallece antes de cumplir un año y Filomena, por lo que hemos podido atestiguar a través de las fuentes, sufrió una grave enfermedad y también expiró a temprana edad.

            Carmen y Celestina lo más seguro es que tuviesen conocimientos musicales pero no se han hallado más noticias al respecto. Celestina contrae matrimonio y se trasladan a Arzúa, seguramente al igual que Carmen, que a finales de siglo reside en la localidad de Lalín, ambas cercanas a Santiago.

            La ejemplificación del músico decimonónico viene de la mano de José, Hilario y Juan Nepomuceno. Éste último entra en 1846 como Niño de Coro en la capilla de música de la catedral compostelana. A los 16 años solicita una plaza de acólito y en 1853 pide ingreso de nuevo en la capilla de música alegando poder desempeñar los cargos de violín, contrabajo o tenor, el que finalmente desempeña. En 1855 se despide ante el Cabildo. Está unos años en el extranjero ejerciendo un importante cargo y retorna por motivos familiares[1].

            Juan e Hilario entran en la capilla de música de la catedral jacobea como violinistas, mientras su padre ocupa el cargo de violín primero. Hilario, pese a que se ausenta dos veces de la capilla de música[2] permanece allí hasta su muerte, acaecida en 1883. De todas formas en Santiago abarcó diversas facetas: intérprete de música de cámara, director (de la orquesta del Teatro Principal, de la incipiente Tuna, de la "Charanga de Aficionados" -que él mismo crea- y también del Orfeón Compostelano). También fue docente y desempeñó labores de gestión musical al frente de una compañía de teatro.

            José, tras sus inicios en la catedral de Santiago, se traslada a A Coruña, donde también despliega diversas facetas musicales: docente, intérprete, director de la orquesta del Teatro y de la Banda de Música de A Coruña. El cambio tiene lugar en 1883, tras el fallecimiento de Hilario, cuando retorna a Santiago de Compostela y continúa el legado de su hermano: ocupa el puesto de violín primero en la catedral, continúa interpretando con sus agrupaciones camerísticas amenizando veladas y cafés-concierto, participa en el Teatro Principal, ejerce la docencia en la Escuela de Música de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago y llega a participar como tribunal en concursos y exámenes.

3ª Generación. Exaltación de lo autóctono.

            Varios descendientes destacan: Nemesia y Concepción, importantes profesoras de piano en Santiago y A Coruña respectivamente, o Hilario José, director de la Banda de Betanzos, aunque será el pianista Ricardo Courtier el que sobresalga en esta generación. Se forma entre Cádiz, Barcelona y finalmente en la Escuela Nacional de Música y Declamación de Madrid. Reconocido intérprete, profesor, director de la Banda de Música de Trives y de la Municipal de Orense, además estuvo muy vinculado al orfeonismo característico de finales del XIX y principios del XX.

Acercamiento a sus obras.

            En primer lugar decir que no hay  constancia de composición alguna de Juan Courtier. Principalmente fue músico instrumentista y más en concreto  intérprete de música religiosa.

            En cuanto a la obra de Hilario Courtier tenemos constancia de Panis Angelicus – Villancico al Santísimo, para pequeña orquesta formada por dos Violines[3], flauta, dos clarinetes, dos trompas, dos fagotes y las voces: tiple, alto, tenor y bajo. Esta obra guarda relación con el trabajo que desempeñaba como primer violinista  de la capilla de música de la catedral de Santiago, ya que por el elenco que especifica, pudo ser escrita para interpretarse por su orquesta.

            Entre las obras que se conservan de José Courtier destacamos: la polca Marina; las danzas Nemesia, Matilde y Un suspiro[4]; y la Sinfonía en Do. Resulta curioso, tal y como podemos observar, que utiliza el nombre de sus hijas para poner nombre a sus composiciones. De todos modos se trata de obras para piano en las que se ve la gran relación con el salón decimonónico y todas sus características: son danzas alegres y sencillas que pretendían favorecer el ambiente distendido en pro del divertimento de los asistentes.

            Por otra parte, en Ricardo Courtier destacamos inevitablemente Flor de Cardo, zarzuela en un acto y cuatro cuadros estrenada con éxito el 25 de Mayo de 1904 en el Teatro Eslava de Madrid. La prensa del momento se refiere a ella como una «zarzuela de costumbres gallegas, basada en cantos populares gallegos». De éste último destacar también los pasodobles El Club, Os Noitébregos, Evita o Garrotín de Viluma, entre otros; las muiñeiras Rosariño[5], Villoria[6], Conchiña y Angelines; al igual que otras obras menores como valses, rumbas, etc...

            Toda su obra rezuma y está impreganada de rasgos e influencias de la música tradicional gallega, en un momento en que los nacionalismos periféricos estaban desarrollando y potenciando unas características propias. Fue una persona que contribuyó a su comunidad, creando obras para agrupaciones locales de la zona donde vivió: Orense. Se observa un cambio en la música de salón de Ricardo con respecto a José, ya que estas obras están inspiradas en la música y el folklore gallegos.

            A modo de conclusión incidir en los cambios sustanciales que se producen en el ámbito de la música durante el siglo XIX y comienzos del XX a través del parangón entre tres generaciones de una misma familia: los Courtier. Desde Juan como violinista vinculado a un estamento religioso al cual merecía exclusividad; pasando por la irrupción de José e Hilario en todos los contextos musicales de una ciudad y finalmente, terminando con la intención de elaborar una identidad regional a través del caso de Ricardo.   



[1]A partir de 1855, cuando se desvincula de la catedral, se desconocen datos biográficos.
[2]Permanece un año – entre 1852 y 1853 – en Madrid, perfeccionando otro instrumento, que posiblemente sea el órgano, del que solicita plaza a su regreso; y en 1855, año en que se traslada a A Coruña.
[3] Uno de ellos, el principal, posiblemente fuese él mismo el que lo interpretase.
[4] Indica «Carnaval de 1866 de La Coruña»
[5] «Dedicada a la Marquesa de Trives».
[6] «Dedicada a la simpática y distinguida Srta. Elena de Quiroga».


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